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Y volvimos a llenar el Zócalo de esperanza...

Y volvimos a llenar el Zócalo de esperanza...
Fragmento del discurso de nuestro Presidente Legítimo en la asamblea del Zocalo, 25 de enero.
Amigas y amigos:

Como es lógico, los cambios que se necesitan para renovar a México, no sólo tienen que ver con lo económico, atañen también a lo político, a lo social y a lo moral.

Lo deseable es que se haga todo al mismo tiempo. Por eso, hablamos de una transformación de la vida pública, que implica una nueva economía en comunión con la naturaleza, orientada a la producción y al trabajo; una verdadera reforma política que haga posible el funcionamiento de las instituciones con pleno apego a la legalidad y al interés general; y una convivencia social más humana, más justa y más igualitaria.

Y todo ello debe ir acompañado del fortalecimiento de nuestros valores individuales y colectivos.

Nada se logrará si continúa avanzando la falsa creencia de que sólo vale el que tiene y de que se puede triunfar (entre comillas) sin escrúpulos morales de ninguna índole.

Por eso, es indispensable crear una nueva corriente de pensamiento que se sustente en la cultura, en la nobleza y en la generosidad de nuestro pueblo, y que introduzca y refuerce en la sociedad elementos como la tolerancia y el respeto a la diversidad. En pocas palabras, tenemos que enaltecer la honestidad y la congruencia en el quehacer público.

De modo que es no es poca cosa lo que nos hemos propuesto. A muchos les podrá parecer una utopía, pero nada que verdaderamente valga la pena, se puede realizar en la vida sin ideales.

Cuando pensemos que no se puede, recordemos que Hidalgo enseñó que

"el pueblo que quiere ser libre lo será, que el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos".

Y cuando no tengamos lo suficientemente claro los motivos de nuestra lucha, no olvidemos las palabras de Morelos, cuando les dijo a sus allegados:

"Quiero que hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad; que todos somos iguales, pues del mismo origen procedemos; que no haya privilegios ni abolengos. Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.

Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben de ser tales a que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto. Que se eduque a los hijos del labrador y del barretero, como a los del más rico hacendado y dueño de minas".

Y cuando necesitemos fortalecer nuestras convicciones, emulemos a Juárez cuando decía

"que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza".

Y cuando nos falte idealismo, pensemos en ese extraordinario luchador social, Ricardo Flores Magón, que decía:

"Cuando muera, mis amigos quizá escriban en mi tumba: 'aquí yace un soñador', y mis enemigos: 'aquí yace un loco'. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: 'aquí yace un cobarde y un traidor a sus ideas'".

Amigas y amigos:

No perdamos la oportunidad histórica de que las nuevas generaciones nos recuerden con todos nuestros errores y defectos, pero que recuerden también que nuestras vidas siempre estuvieron inscritas en ideales nobles, inspiradas en el bien de nuestros semejantes.

La vida es demasiado corta para que la ensuciemos dejándonos dominar por lo superfluo, por lo que no tiene valor.

Sigamos adelante. El camino está lleno de obstáculos, pero no hay nada más humano que ejercer la libertad en pos de causas justas.

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