El petróleo y la soberanía de la Nación
El petróleo y la soberanía de la Nación
Victor Flores Olea
La soberanía de un país se identifica con su independencia. Es decir, un país soberano no puede estar sometido a voluntades ajenas ni a poderes externos. Pero además de la soberanía como independencia, en los regímenes realmente democráticos es el pueblo el que tiene la última palabra, es el pueblo quien tiene en sus manos las decisiones soberanas verdaderamente importantes sobre su propio destino, sobre su futuro.
Claro está que la riqueza nacional —en el caso de México de manera muy importante los hidrocarburos, y entre estos el petróleo— contribuye poderosamente a defender y a afirmar la soberanía del país. Algunos escritores ilustres han sostenido inclusive, refiriéndose a nuestro petróleo, que sin esa riqueza no hay país.
Por tales razones Lázaro Cárdenas procedió en 1938 a la nacionalización del petróleo, porque antes esa riqueza estaba en manos extranjeras que se oponían a las instituciones y a las autoridades mexicanas. Y además las combatían y las negaban. Lázaro Cárdenas pensó además correctamente que el petróleo en nuestras manos debía servir al desarrollo de México, sobre todo en beneficio de los mexicanos más necesitados.
Hay ya una historia del petróleo de setenta años desde su nacionalización por el Presidente Cárdenas. En algunos tiempos ha sido utilizado limpiamente, en efecto, para el mayor beneficio de México y los mexicanos, pero en otros, como todos sabemos, ha sido fuente de una tremenda corrupción y del enriquecimiento ilegítimo de las camarillas que lo han manejado.
Ahora, en uno de los actos de cinismo más graves y descarados de que se tenga memoria en México, el presidente espurio Felipe Calderón ha enviado a las cámaras una ley para privatizar el petróleo, en los hechos anulando la nacionalización que efectuó en 1938 el Presidente Cárdenas.
Naturalmente, con un descaro sin límites, los privatizadores del PAN y del PRI, encabezados por Felipe Calderón, tratan de disimular y ocultar sus reales intenciones, que son las de poner a subasta entre inversionistas del país y del extranjero los hidrocarburos y el petróleo mexicano, los bienes y responsabilidades de PEMEX: no se han atrevido ahora a plantear una modificación directa de la Constitución General de la República, sino apenas de leyes secundarias y reglamentarias, pero precisamente a través de ese camino disimulado pretenden de hecho modificar la Constitución que asegura para los mexicanos la propiedad y el aprovechamiento de los hidrocarburos y de todas las riquezas de nuestro subsuelo, que pone a su alcance los medios necesarios para un desarrollo que los favorezca, que sea en beneficio de la nación entera.
Lo que ahora propone Felipe Calderón, entre otras negaciones a la soberanía e inclusive traiciones a la Patria, es la de entregar a los inversionistas privados, es decir, a quienes solo interesan los negocios y el enriquecimiento sin medida, la exploración, la perforación, la refinación, la petroquímica, los ductos para transportar el petróleo y los hidrocarburos, etc. Además, pretenden que tal entrega y concesiones lo hagan directamente los altos funcionarios del gobierno espurio, como Calderón y otros de su grupo, sin ninguna vigilancia por ejemplo por parte de los órganos legislativos.
Se trata pues de un muy grave despojo a la nación y de un atentado inadmisible a la soberanía de México. Si la riqueza de los hidrocarburos, especialmente del petróleo, pasara a manos privadas, como pretende Felipe Calderón, se estaría limitando seriamente la soberanía nacional, ya que precisamente los inversionistas privados, nacionales y extranjeros, estarían en condiciones de tomar las decisiones que son realmente relevantes para el futuro de los mexicanos. Sería un despojo y una venta de nuestra soberanía, una limitación peligrosísima a la existencia misma de México como nación soberana.
Es muy grave lo que aquí se dice porque ya pasamos hace 70 años por una situación similar, cuando Lázaro Cárdenas se vio obligado a rescatar la soberanía nacional que negaban y violentaban las empresas privadas que entonces tenían en sus manos el petróleo. No lo permitamos ahora. Opongámonos activamente a esta iniciativa del “espurio”, a este atraco a la nación y a esta violación de la soberanía de México que está planeando su camarilla en alianza con el PRI.
La soberanía de la nación no se vende ni se limita. La riqueza petrolera en manos de los privados nos negaría como nación e impediría nuestro desarrollo en beneficio de todos los mexicanos. La actual iniciativa de Calderón sería para México una gravísima pérdida de soberanía.
Por lo demás, debemos recordar que la soberanía democrática, en última instancia, radica en el pueblo y pertenece al pueblo. Las decisiones fundamentales sobre el destino del país han de ser tomadas por el pueblo, en uso de su soberanía. Cualquier engaño o limitación a este principio fundamental de la soberanía democrática constituye sin duda una alta traición a México.
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